Carta del Director

A mediados de septiembre de 2023, Azerbaiyán lanzó una ofensiva militar para recuperar Nagorno-Karabaj y sus alrededores y avivó un conflicto que lleva activo siglos. La victoria azerí, que obligó a miles de residentes de etnia armenia a huir de la región, es la última de una serie de tumultuosas batallas sobre quién puede reclamar el enclave en disputa, y el penúltimo golpe de la historia al pueblo armenio.

Oficialmente, el territorio de 4400 kilómetros cuadrados se conoce por su nombre ruso, que se traduce como «Karabaj montañoso». Pero para los armenios y la población de mayoría armenia de la región, era conocido como la República de Nagorno-Karabaj, un estado independiente de facto que ha estado fuera del dominio azerí desde 1988.

Durante siglos, los azerbaiyanos musulmanes y los armenios cristianos, que consideran la región su hogar, se enfrentaron para decidir quién debía controlarla. La dominación rusa comenzó en 1823 y, cuando el Imperio Ruso se disolvió en 1918, se reavivaron las tensiones entre la Armenia y el Azerbaiyán recién independizados. En 1923, la Unión Soviética estableció el Óblast Autónomo de Nagorno-Karabaj, hogar de un 95 por ciento de población étnicamente armenia, dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán.

Con la invasión azerí, más del 83 % de la población de Nagorno-Karabaj ha abandonado el enclave. Alrededor de 100 541 habitantes, de una población de 120 000, se han desplazado a Armenia. Casi toda la población del enclave étnico armenio se ha ido desde que Azerbaiyán capturó la región y lanzó un plan de limpieza étnica, y al menos 200 personas de la etnia armenia murieron cuando el ejército de Azerbaiyán irrumpió en el territorio.

El 5 de octubre, el Parlamento Europeo condenó la invasión azerí, la conducta imperialista del gobierno de Turquía y el bloqueo de Hungría a una declaración europea de solidaridad.

Pero... como la cosa no iba de judíos o de Israel, nadie se manifestó a favor de los armenios en los medios, las redes o la prensa, ni colmó con sus pancartas y protestas la Puerta del Sol de Madrid o la Plaza Catalunya en Barcelona. Todos se quedaron en casa.

Poco después vino el sangriento ataque de Hamás en Israel, seguido de la brutal respuesta del ejército israelí en Gaza. Como ya se había descansado, pocos quisieron quedarse en casa.

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Revista Judia de Cultura
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