Carta del Director

Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, polacos de religión judía y polacos de religión católica convivían pacíficamente en la ciudad de Jedwabne. El día 1 de septiembre de 1939 tropas alemanas invadieron Polonia. El día 17 de septiembre, las tropas soviéticas invadieron por el este. Tras haber vencido al ejército polaco en octubre de 1939, la Unión Soviética y Alemania se repartieron el territorio polaco, según lo acordado en agosto de 1939 en el Pacto Ribbentrop-Mólotov, así que Jedwabne fue incorporada a la Unión Soviética. Pero el 22 junio de 1941 Hitler atacó a Stalin, invadiendo los territorios polacos incorporados a la Unión Soviética, incluido Jedwabne, el cual hasta el verano de 1944 quedó ocupado y administrado por nazis alemanes. Durante la ocupación militar alemana, en presencia de autoridades hitlerianas, los mismos vecinos polacos católicos del pueblo de Jedwabne apresaron a 380 polacos judíos del pueblo; hombres, mujeres y niños, y los quemaron vivos. Unos 100 polacos judíos supervivientes de la masacre fueron encerrados en un gueto en Jedwabne organizado por nazis alemanes.

Neighbors (Vecinos), el libro de Ian Gross, se había convertido en 2001 en una verdadera pesadilla para los polacos al revelar que los 1600 judíos del pueblo de Jedwabne habían sido asesinados por sus vecinos. El 10 de julio de 2001, el presidente polaco Aleksander Kwasniewski pidió perdón públicamente a las víctimas y sus familiares en nombre del pueblo polaco católico. Pero esta no fue la única matanza perpetrada por el pueblo polaco católico contra los polacos judíos; casos similares se dieron en otros pueblos, como Wasosz y Radzilow.
Recientemente, el gobierno polaco promulgó una ley que establece penas de cárcel para quienes asocien a la nación polaca con el exterminio de judíos durante el Holocausto. La ley pretende ocultar a los polacos que denunciaron, persiguieron y asesinaron judíos en aquellos años. En muchos casos, actuaron contra sus propios vecinos. Se busca intimidar bajo amenaza de cárcel a los investigadores e historiadores que indaguen sobre su participación en el exterminio judío. Cierto es que hubo también rescatadores que a riesgo de sus vidas ayudaron a familias judías, pero ocultar la memoria histórica es un atentado a la verdad y a la democracia. La unión Europea tiene mucho trabajo por delante.

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Revista Judia de Cultura
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